domingo, 23 de agosto de 2015

Trabajo de campo VI: la entrevista en El Biutz.

Panorámica desde Ceuta. Al fondo, Marruecos.
Tenía muchas ganas de volver a escribir en el blog y retomar la idea de explicaros cómo nos fue durante el trabajo de campo en la frontera hispano-marroquí. Parece mentira que haya pasado ya más de un año desde aquella aventura, pero estos últimos meses han sido tan intensos de esfuerzo académico para mí, que el tiempo se ha esfumado. Muchas noches cierro los ojos y trato de recordar todas las sensaciones, vivencias, imágenes que pasaron ante nosotros, y realmente, si no fuera por las anotaciones que hice en el cuaderno de campo y las fotografías que tomó Sergio, muchas de ellas “se perderían en el tiempo como lágrimas en la lluvia”[1]. Por el momento, creo haber logrado volcar en mi Memoria parte de la ingente cantidad de información que recogí durante el camino. Y lo mejor de todo es que he sobrevivido a la montaña de libros que he ido leyendo para tener una visión histórica de los acontecimientos producidos hasta la fecha en torno al perímetro fronterizo ceutí (y melillense).

Torre de vigilancia de la Guardia Civil en Benzú.

Lo cierto es que cumplir con los objetivos del proyecto no ha sido tarea fácil, y queda que las personas que vayan a evaluarme el trabajo, me den su aprobación, algo que no sucederá hasta el año que viene. Obviamente, aún tengo varios meses por delante para seguir progresando en mi aprendizaje, continuar leyendo y ampliar mi estudio. Este proceso está siendo largo y a veces, ha sido muy ingrato. Pero, pese a ello, aunque en determinadas ocasiones he llorado y me he preguntado dónde me había metido, en otras muchas, he saltado de alegría y me he creído una especie de “superwoman” de las tesis. Supongo que este sube-baja de emociones es un proceso normal y necesario, pues una vez has superado los obstáculos, sientes una fuerza en tu interior, que creo que va a ser difícil que nada me la mine.

Está claro que el mundo es para las personas que luchan, aunque, evidentemente, no a todas les toca en suerte las mismas cartas. Y lo dice una precaria. Por eso, cuando comencé con las transcripciones de entrevistas y escuché la que le hicimos al portavoz de un grupo de tres jóvenes malienses que conocimos en El Biutz, se me encogió el alma. En realidad no solo me pasa con ellos. También cuando oigo a los refugiados kurdos que conocimos en Ceuta, a los migrantes de Camerún y Bangladesh de los CETI de Ceuta y Melilla, a las chicas de Sudán del Sur y a la de Argelia…El alma encogida y la admiración creciente hacia ellos y ellas, por cada palabra, respiración, silencio y sonrisa que nos regalaron. Mi respeto profundo será por siempre para aquellos/as valientes.  

Portavoz (dcha) y grupo de malienses. 22.08.2014
En un post que publiqué hace unos meses, os hablé sobre El Biutz, una pequeña localidad marroquí, en la que se ubica un paso fronterizo muy conocido, junto al Polígono Industrial del Tarajal y la Barriada del Príncipe Alfonso[2]. Pero también, en las proximidades del perímetro fronterizo se sitúan los campamentos forestales de Benyunes, que se encuentran en la montaña junto a la frontera de Ceuta, donde no hay casi accesibilidad. A lo largo de la carretera que va a Tánger es habitual ver a grupos de migrantes subsaharianos, quienes sobreviven mendigando en las cunetas y de la ayuda humanitaria que les prestan puntualmente las organizaciones de la sociedad civil a ambos lados de la frontera, además de algunos vecinos de la zona. Desde allí, esperan poder cruzar principalmente por la vía marítima, poniendo en serio peligro sus vidas, ya que los dispositivos de vigilancia de la valla junto con la orografía del terreno, la convierten en un obstáculo prácticamente infranqueable.

Valla de Ceuta en Benzú y Mujer Muerta.