lunes, 18 de agosto de 2014

Trabajo de campo (II): Tánger, Larache y Tetuán (Ruta Norte).

"El esfuerzo de estos años por vivir y vestir como los árabes, e imitar sus fundamentos mentales, me despojó de mi yo inglés, y me permitió observarme y observar a Occidente con otros ojos: todo me lo destruyeron. Y al mismo tiempo no pude meterme sinceramente en la piel de los árabes: todo era pura afectación. Fácilmente puede convertirse uno en infiel, pero difícilmente llega uno a convertirse a otra fe [...]”. (T.E. Lawrence, Los Siete Pilares de la Sabiduría).

Antes de marcharme de viaje a estas tierras africanas, quise hacerle un regalo muy especial a mi padre, en agradecimiento por todo su apoyo para que saliera adelante este proyecto. Como el presupuesto no daba para mucho, descargué e imprimí una versión en pdf de “Los Siete Pilares de la Sabiduría” de T.E Lawrence[1]. Siempre ha tenido una visión muy romántica de este personaje y creo que David Lean tuvo la culpa de ello. Cuando pienso en lo que pudo ser su vida diaria, puedo imaginarme a este arqueólogo acompañado de su cuaderno de campo en sus viajes inolvidables por Francia, Italia, Turquía, Siria o Egipto, haciendo todo tipo de anotaciones en las hojas en blanco de su fiel compañero, con la emoción de la que hacía gala siempre en sus textos. Y no es para menos, pues ante sus ojos pasaron un gran número de imágenes y acontecimientos históricos que merecían ser observados. Al margen de la ambigüedad de esta figura y de sus peripecias militares, habéis de saber que Sir Lawrence fue un estudiante brillante, sacando matrícula de honor en Historia con su tesis sobre La influencia de las Cruzadas en la arquitectura medieval, que escribió (según él, yo no me lo creo) en tres días y tres noches febriles, tras un viaje por Nápoles[2].
                
Sin llegar al nivel de apasionamiento al que llegó Sir Lawrence, ni en un intento de compararme con él (ya me gustaría tener el nivel de conocimiento de este señor, que era fruto de sus hasta 18 horas de dedicación a la lectura), comparto con él (a parte de su escasa altura), su tendencia a vivir la experiencia de conocer nuevos entornos, paisajes y realidades con profunda intensidad.

Yo era como una esponja hinchándome de anhelos” (p.10).

¡Hay que ver Lawrence, qué transcendental te pones a veces! Aunque lo cierto es que así es: la metamorfosis de persona a “esponja” es necesaria, y el enfoque cualitativo te ayudará a ello. A través de él, se puede tener un contacto directo con el proceso migratorio en terreno. Cuando hacemos nuestros desplazamientos por las distintas ciudades previstos en este proyecto de investigación social sobre fronteras que nos ha traído a tierras marroquíes (y españolas, aunque no entremos ahora en debates), lo que se pretende es recoger por el camino todo tipo de expresiones orales, escritas, visuales y objetos, que se consideran de especial interés para el enriquecimiento del trabajo (leer Ariza y Velasco, 2012[3]). Así, con este método se observan los fenómenos como se dan en su contexto natural para luego ser analizados (Sampieri, 2004).


Callejeando por La Medina de Tánger.